Yo te espero, mi luz, y sé que has de llegarme
como dorada aurora tras la tiniebla densa
Yo te espero, mi agua, y sé que has de llegarme
Como la fresca lluvia tras la dura sequía
Yo te espero y presiento en mi desierto ansioso
repleto de amargura y duro sol y llagas
de soledad que hunde sus uñas en el alma
Yo te espero, mi agua, mi luz, mi compañía
Yo te espero, mi amor. Con el alma llagada
de soledad que rasga los más tiernos tejidos
Con los ojos hinchados de arena enfebrecida
y con la sangre densa de sueños incumplidos.
Es dura y negra y fría la noche inacabable
y la ausencia desgarra las horas y las lágrimas.
Se tiembla la palabra sin que nadie la escuche.
El corazón el pecho golpea, destrozando,
con dolor, de las venas la red roja y ardiente.
Y sólo tú, mi amor, mi luz, mi alegre vida,
mi aliento, mi canción, mi sed, mi llamarada
ausente de mi lado quemándome en el pecho
como una ascua incumplida, como un niebla fina
que fingiera figuras de pesadillas faltas.
Más se que has de llegarme. Es más. Tengo el secreto
de la palabra mágica que hará que tú te acerques
al brocal de mi alma, al borde de mi pecho.
Yo tengo la palabra en mis labios, la tengo
prendida a mi garganta, atada con grillos
del silencio, engarfiados al alma enmudecida.
Y yo sé que mañana habrá de derretirlos,
helado hielo duros en grilletes forjados.
Y yo sé que mañana mi voz hará el milagro
y en mi sed hará, tierna, tu lluvia su llegada.
Y yo sé que el desierto en que mi alma se muere
se poblará hasta el borde de la alegría perfecta
con tu dulce presencia, mi amor. Con tu alegría.
Amanecerá limpia tu alborada en mi noche.
Cantará mi palabra tu canción y el silencio
morirá bajo el manto de tu palabra armada.
Lluvia, lluvia perfecta, que en oasis transforma
la dura areca seca del triste pecho mío.
Estos labios resecos, agrietados y duros
distendiéndose, humanos, en sonrisa de vida.
La paz, como un aceite milagroso, regándose
sobre la dura y agria tempestad de mi sangre.
Y en mis brazos, presente, humana, verdadera,
material, limpia, calidad, recién amanecida,
amor mío, estrechada te tendré largamente.
Noche y día, sol y sombra, frío y fuego, en mis brazos
para toda la vida, para todos los sueños,
para todo el correr de las horas, hasta que un día llegue,
tímida suave humilde, la muerte como un perro,
a lamernos las manos,nuestras manos, trenzadas
a través de los años, en amor, ¡oh Amor mío!
Yo te espero mi Luz de Alejandro Carrión - (De Agonía del Árbol y la Sangre)