Un guerrero de la luz está siempre vigilante. No pide permiso a los otros para empuñar su espada; simplemente la toma en sus manos. Tampoco pierde el tiempo explicando sus gestos; fiel a las determinaciones de Dios, él responde por sus acciones. Mira a sus costados e identifica a sus amigos. Mira hacia atrás e identifica a sus adversarios. Es implacable con la traición, pero no se venga; se limita a apartar a los enemigos de su vida, sin luchar con ellos más allá del tiempo necesario. Un guerrero no intenta parecer, él es.