Darle un significado a la vida es hacer que la vida cobre el impulso generado por una fuerza dentro de uno mismo. Este estado de generación constante, como la máquina de movimiento infinito, es tan difícil de lograr que muchos anuncian su llegada e incluso publican el recorrido, la ruta que uno debe tomar para llegar. Sin embargo es mas difícil que eso.
El estado de generación constante de felicidad proviene de aquello a lo que le guardamos amor. Es nuestro motor y difiere de persona en persona.
Para muchos puede significar el dinero o sus manifestaciones: ropa, tecnología, carros o todo aquello que pueda ser adquirido ya sea para encontrar en ello satisfacción por si mismo o, en un caso extremo, satisfacción por como lo perciben los demás.
Otro modo de satisfacción proviene cuando, al no poder hallar nuestra felicidad, la dejamos en manos de quien pudiese dárnosla: nuestros hijos, aquel familiar cercano, el predicador de la iglesia, o nuestros conocidos ya difuntos.
Todos estos y muchos otros factores se mezclan para crear una percepción errónea de la realidad. De querer buscar algo que siempre estará inalcanzable. Que será nuestro motor. El anhelo de encontrarlo nos mantiene en pie, firmes e indubitables sobre nuestra felicidad.
En otros casos, una vida cotidiana, sin búsqueda, sin razón mas que en el placer, es otra forma de vida. Aunque parece más vana, es menos complicada. Sin embargo quien tiene poco para perder, poco apuesta. Es gente cansada e insatisfecha.
Pero que sucede cuando ninguna de estas formas se presentan en nuestro estilo de vida: no somos lo suficientemente conformistas para buscar la felicidad en los placeres, ni lo ilusos para depositar nuestra confianza en manos de otros, sean estos dinero o personas. ¿Qué hacer cuando uno se da cuenta que ahí no esta la felicidad?
La solución podría resultar obvia: confiar en uno mismo, en sus propias habilidades, en la parte mística y divina que vive en nosotros. En otras palabras confiar en Dios y depositar nuestra fe en Él. Pero ¿qué nos mueve a Él? Si la felicidad es la meta y Dios es el medio ¿qué nos mueve a meternos en esa ruleta de la fortuna?
Debe haber algo más que nos mueva hacia ese lugar, en donde podremos manifestar nuestra habilidad a través de nuestra divinidad. Pero ¿qué nos motiva a llegar?.
En el caso de un ser sin sentido (pero con motivación) podría ser el encontrar el caos. Después de todo la naturaleza es eso y no nuestra ilusión de orden. Sin caos no habría vida. Quizás entonces no existiría razón en ella. A pesar de ser una razón poderosa parece que nos llevaría a la ruina tanto como individuo como sociedad. Por tanto parecería no ser una salida objetiva.
Otra salida puede ser el hallar el orden. Pero el alcanzarlo ¿no es acaso un proceso de desilusión completamente destinado al fracaso? Se logrará, sí, en un proceso de varios años, pero al final las cosas retomarán su rumbo, por la naturaleza misma de las cosas, de los hombres, de las ideas. Y al final de esta búsqueda todo será en vano.
Un crecimiento en uno mismo podría ser lo que buscamos como aquello que nos genere un movimiento perpetuo que produzca felicidad en nuestra vida. Pero es tan difícil de alcanzar y tan tedioso que a la larga uno terminaría dándose por vencido.
Que tal el dolor generado en nuestro cuerpo. Es algo que podemos medir, cuantificar, por tanto apreciar. Si establecemos un reto, se notará cuando se lo alcance. Ir más allá de los límites será lo que nos mantenga motivados en esta vida.
La búsqueda de uno o varios de estos, tienen algo en común y es disciplina, pero no es ésta antes que la motivación. La propia motivación nos genera esta disciplina en nosotros mismos. ya sea en nuestra construcción o en nuestra destrucción.
Al final, que nos queda sino la nada. porque movernos por el ínfimo valor de nuestra existencia si todo quedará en nada. Nuestros pensamientos, logros, metas, todo y todos a quienes "conocemos". ¿Qué nos motiva entonces a seguir adelante?
El amor propio.
Dante
Enero 21, 2011
El estado de generación constante de felicidad proviene de aquello a lo que le guardamos amor. Es nuestro motor y difiere de persona en persona.
Para muchos puede significar el dinero o sus manifestaciones: ropa, tecnología, carros o todo aquello que pueda ser adquirido ya sea para encontrar en ello satisfacción por si mismo o, en un caso extremo, satisfacción por como lo perciben los demás.
Otro modo de satisfacción proviene cuando, al no poder hallar nuestra felicidad, la dejamos en manos de quien pudiese dárnosla: nuestros hijos, aquel familiar cercano, el predicador de la iglesia, o nuestros conocidos ya difuntos.
Todos estos y muchos otros factores se mezclan para crear una percepción errónea de la realidad. De querer buscar algo que siempre estará inalcanzable. Que será nuestro motor. El anhelo de encontrarlo nos mantiene en pie, firmes e indubitables sobre nuestra felicidad.
En otros casos, una vida cotidiana, sin búsqueda, sin razón mas que en el placer, es otra forma de vida. Aunque parece más vana, es menos complicada. Sin embargo quien tiene poco para perder, poco apuesta. Es gente cansada e insatisfecha.
Pero que sucede cuando ninguna de estas formas se presentan en nuestro estilo de vida: no somos lo suficientemente conformistas para buscar la felicidad en los placeres, ni lo ilusos para depositar nuestra confianza en manos de otros, sean estos dinero o personas. ¿Qué hacer cuando uno se da cuenta que ahí no esta la felicidad?
La solución podría resultar obvia: confiar en uno mismo, en sus propias habilidades, en la parte mística y divina que vive en nosotros. En otras palabras confiar en Dios y depositar nuestra fe en Él. Pero ¿qué nos mueve a Él? Si la felicidad es la meta y Dios es el medio ¿qué nos mueve a meternos en esa ruleta de la fortuna?
Debe haber algo más que nos mueva hacia ese lugar, en donde podremos manifestar nuestra habilidad a través de nuestra divinidad. Pero ¿qué nos motiva a llegar?.
En el caso de un ser sin sentido (pero con motivación) podría ser el encontrar el caos. Después de todo la naturaleza es eso y no nuestra ilusión de orden. Sin caos no habría vida. Quizás entonces no existiría razón en ella. A pesar de ser una razón poderosa parece que nos llevaría a la ruina tanto como individuo como sociedad. Por tanto parecería no ser una salida objetiva.
Otra salida puede ser el hallar el orden. Pero el alcanzarlo ¿no es acaso un proceso de desilusión completamente destinado al fracaso? Se logrará, sí, en un proceso de varios años, pero al final las cosas retomarán su rumbo, por la naturaleza misma de las cosas, de los hombres, de las ideas. Y al final de esta búsqueda todo será en vano.
Un crecimiento en uno mismo podría ser lo que buscamos como aquello que nos genere un movimiento perpetuo que produzca felicidad en nuestra vida. Pero es tan difícil de alcanzar y tan tedioso que a la larga uno terminaría dándose por vencido.
Que tal el dolor generado en nuestro cuerpo. Es algo que podemos medir, cuantificar, por tanto apreciar. Si establecemos un reto, se notará cuando se lo alcance. Ir más allá de los límites será lo que nos mantenga motivados en esta vida.
La búsqueda de uno o varios de estos, tienen algo en común y es disciplina, pero no es ésta antes que la motivación. La propia motivación nos genera esta disciplina en nosotros mismos. ya sea en nuestra construcción o en nuestra destrucción.
Al final, que nos queda sino la nada. porque movernos por el ínfimo valor de nuestra existencia si todo quedará en nada. Nuestros pensamientos, logros, metas, todo y todos a quienes "conocemos". ¿Qué nos motiva entonces a seguir adelante?
El amor propio.
Dante
Enero 21, 2011